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Marta Olivas
En España, cuando uno repasa los referentes del rock latinoamericano de las últimas décadas que más mencionan los expertos –Soda Stereo, Los Fabulosos Cadillacs, Molotov, Los Abuelos de la Nada…– se suele echar en falta en la nómina al gran baluarte del género en Uruguay: El Cuarteto de Nos, aún desconocidos para buena parte de los aficionados a la música en nuestro país. Sin embargo, desde 1984, el grupo capitaneado por Roberto Musso sigue sacando músculo en cada álbum, demostrando por qué son un auténtico totem del rock en español.
Sus fans y, esperamos, otros que no lo sean tanto, podrán disfrutar con sus letras, rebosantes de ironía, denuncia e irreverencia

El pasado domingo 1 de diciembre, tras colgar el sold out, El Cuarteto deleitó en La Riviera a una marea de adeptos de todas las edades –que sigue creciendo cuarenta años después de su fundación– con un alarde de energía, inteligencia y buena música. La noche comenzó con “Flan” que caldeó el ambiente para hacer estallar al público con la ya mítica “El hijo de Hernández” que sentó las bases de lo que sería el mood del resto de la noche. La calidad de una banda es proporcional al entusiasmo que despierta entre su público y, en su regreso a la capital, los fans acompañaron a El Cuarteto en todos los temas. Incluso corearon “El perro de Alcibíades” que, como ellos mismos reconocían, sonaba por primera vez en Europa. Este es el adelanto del que será su nuevo álbum Miren para allá, previsto para mayo de 2025. Solo El Cuarteto podría escribir en plena era de las fake news, donde la máquina del fango funciona a pleno rendimiento, una canción sobre la manipulación basada en el célebre perro sin cola: hay que quererlos.
Durante las dos horas que duró el concierto, los charrúas hicieron un recorrido por toda su trayectoria, especialmente por las últimas dos décadas de su carrera, que supusieron su consagración internacional a partir del, no lo suficientemente ponderado, Raro (2006). De este sonaron “Ya no sé qué hacer conmigo” y, ya en el último tramo, “Invierno del 92” –con el que la sala se vino abajo– y “Yendo a la casa de Damián” que cerró la noche en el bis. El setlist se mantuvo bastante equilibrado y, si bien no faltaron exitazos como “Lo malo de ser bueno”, “Buen día, Benito” –donde Musso se colocó el pasamontañas–; “Algo mejor que hacer” del premiado Porfiado (2012) o “Roberto”, de Habla tu espejo (2014) el trabajo al que más recurrieron fue, lógicamente, el último: Lámina once –“Maldito show”; “Rorschach” o “Cinturón gris”– cuya gira termina en nuestro país dos años después de su lanzamiento. Algunos de los momentos más especiales fueron, sin duda el “Contrapunto para humano y computadora” –la mejor canción de Jueves– y “No llora”, que representó un paréntesis más sensible cuando se acercaba el final de la velada. La energía se mantuvo, en todo momento, arribísima: la guitarra de Antuñana brilló, entre otras, en “Chivo expiatorio”, Marrero tuvo su momento especial como segunda voz de “Mírenme”, que la gente celebró con entusiasmo y Pintos… estuvo entregado como de costumbre.
Tras su paso por Sevilla y Madrid, visitarán también por Alicante, Tenerife, Barcelona y Bilbao. Allí, sus fans y, esperamos, otros que no lo sean tanto, podrán disfrutar con sus letras, rebosantes de ironía, denuncia e irreverencia –para quien escribe, las mejores de la escena latinoamericana– y con esa fuerza incombustible de los músicos de verdad.
Larga vida al gaucho power.
