
Bismarck entendió que el combate contra la socialdemocracia no podĆa basarse exclusivamente en la pura represión policial
A partir de los años setenta del siglo XIX, la aceleración industrial de Alemania provocó un aumento considerable de la clase obrera. Estos hechos provocaron, como es sabido, un potente sindicalismo y, sobre todo, la creación de la organización socialista mÔs importante de Europa, el SPD. Las actuaciones gubernamentales contra el movimiento obrero no pudieron frenar su auge. Tampoco pudieron los sindicatos amarillos, creados por la patronal.
El ascenso del socialismo en Alemania fue una de las mayores preocupaciones de Bismarck en polĆtica interior, junto con el conflicto con los católicos. El canciller consideraba a los socialistas como los enemigos de la sociedad y del Estado. Para combatirlos aprobó la Ley de Excepción en 1878, que estuvo en vigor hasta 1890. Esta disposición prohibĆa la existencia de los partidos obreros y ponĆa muchas trabas para la existencia de sindicatos. AdemĆ”s, otorgaba autorización a las autoridades para prohibir cualquier actividad pĆŗblica del movimiento obrero y para perseguir a sus organizadores y a los militantes. El resultado de esta polĆtica no fue el deseado porque no impidió que el socialismo alemĆ”n siguiera creciendo en el Ćŗltimo cuarto de siglo. Otra cuestión muy distinta, y que tiene que ver mĆ”s con las contradicciones internas, es el fracaso del socialismo a la hora de transformar polĆticamente el sistema alemĆ”n, con unas estructuras que, por su lado tenĆan elementos que podĆan favorecer la participación pero, por otro, eran muy rĆgidas y autoritarias.
Bismarck entendió que el combate contra la socialdemocracia no podĆa basarse exclusivamente en la pura represión policial. Si se querĆa vencer al potente movimiento obrero habĆa que adoptar algĆŗn tipo de polĆtica social, a travĆ©s de la intervención del Estado en materias donde antes no habĆa participado. Bismarck promocionó tres grandes reformas legales: la creación del seguro de enfermedad en el aƱo 1883, del seguro de accidentes al aƱo siguiente y, por fin, el de vejez en 1889. En este sentido fue un pionero en Europa occidental. Estos seguros se financiaban con la aportación económica de los obreros, la patronal y el Estado. Estas novedades le causaron algunos problemas polĆticos al canciller de hierro entre los sectores mĆ”s conservadores del Reich, que le acusaron de haber creado una especie de āsocialismo de Estadoā. Pero estas medidas sociales no fueron acompaƱadas de cambios que mejorasen las durĆsimas condiciones laborales alemanas, con jornadas interminables. Bismarck nunca tuvo ningĆŗn interĆ©s en enfrentarse a los empresarios y tampoco accedió a la petición del descanso dominical. Al final, los obreros no se dejaron convencer por la polĆtica social emprendida desde el gobierno imperial y recrudecieron la lucha, como lo prueba el auge de las huelgas, destacando las desarrolladas en el aƱo 1889. La huelga de los mineros del Ruhr fue seguida masivamente y duramente reprimida.