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El gran prosista alicantino Gabriel Miró falleció a los 50 años el 27 de mayo de 1930, hace ahora 95 años, en Madrid, en la cúspide de su gloria literaria, a causa de una operación de apendicitis. En 1925 ganó el premio Mariano de Cavia de Periodismo de ABC, dotado con 5.000 pesetas de la época, por un relato de terror titulado “Huerto de cruces”, sitúa la escena en el cementerio viejo de Polop de la Marina, pueblo de la comarca de la Marina Baixa donde pasaba con su familia los veranos de los años veinte.
Al año siguiente, en 1926, publicó su famosa obra El obispo leproso, que le acarreó animadversiones por parte de la Iglesia, que la consideró anticlerical, hasta el punto de que le fue denegada su entrada en la Real Academia Española de la Lengua. Esta negativa ocurrió a pesar del apoyo de su paisano y académico José Martínez Ruiz, “Azorín”, natural de Monóvar (Alicante). Según se cuenta, esta negativa enfadó tanto a “Azorín” que decidió no volver a pisar la Real casa de la Academia (RAE).
En 1928 publicó Años y leguas, considerada su obra cumbre, de temática alicantina y con un destacado uso de su legua paterna en valenciano. Su padre, don Juan Miró, ingeniero de Obras Públicas, era natural de Alcoy, una zona con predominio del uso lengua valenciana, originaria del Reino de Aragón desde el Tratado de Almizra (1244), que dividió la provincia de Alicante en dos regiones lingüísticas.
Sin embargo, la obra que le llevó a la fama y al favor del entonces presidente gobierno Antonio Maura y de su hijo, el historiador y político Gabriel Maura Gamazo, fue una obra eminentemente religiosa Figuras de la Pasión del Señor, publicada en Barcelona entre 1916 y 1917.
En 2025 entramos en el Año de Gabriel Miró, por el 95 aniversario de su muerte, y por los 100 años de la publicación del relato “Huerto de cruces”, por ello es ocasión de acercarnos y recordar a este gran escritor alicantino al que, lamentablemente, la mayoría de los alicantinos solo conocen por la plaza que lleva su nombre en lo que fue antes plaza de Isabel II, y luego más conocida por el edificio de Correos, de estilo monumentalista de 1916, que acaba de ser comprado por la Generalitat Valenciana por 4,9 millones de €, para convertirlo en la sede provincia de la Generalidad, en sustitución de la conocida Casa de las Brujas.
De qué va El obispo leproso

Tanto Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), que conforman una novela en dos tomos, carecen ambos de una trama definida, es más una nueva narrativa española donde no sucede nada. Son obras descriptivas y modernistas, similares a La Voluntad (1902) de Azorín donde no pasa nada. En estas obras, simplemente “pasan cosas” o se cuentan sucesos aleatoriamente, y carecen de un argumento narrativo, pero poseen una belleza narrativa propia del modernismo. El disfrute de su lectura radica en su prosa poética y en la riqueza de su vocabulario e impresionismo colorista y adjetivación abundante, como ocurre también en Años y leguas.
Si alguien me preguntase: “¿De qué va El obispo leproso?”, podría responder, forzándome un poco, que la historia se desarrolla en un pueblo llamado Oleza (transposición literaria de Orihuela, en Alicante) durante un periodo indeterminado a finales del siglo XIX. El hilo argumental gira en torno a cuatro personajes:
- El obispo: Afectado por la enfermedad de la lepra, aparece en contadas ocasiones en la novela. Juega con la intriga del lector, es psicológica, como años más tarde lo haría el gran director de cine Alfred Hichcock, donde se apoya en el terror natural del espectador
- La familia Loriz: Una familia aristocrática venida a menos. Su hijo Pablo, en cierto modo, es “el protagonista”.
- María Fulgencia: Una joven con retraso mental, hija de un diplomático. Su hermana gemela murió joven, viviendo toda su vida en parálisis mental, y su madre falleció durante el parto. María Fulgencia, personaje singular, se enamora de la imagen de un ángel y persiste en su deseo de entrar en un convento.
- Don Magín: Secretario del obispo, es otro personaje destacado. Intenta encauzar a María Fulgencia, la lleva al convento y la saca de allí cuando ella decide marcharse. En secreto, Don Magín está enamorado de doña Purita, una atractiva solterona del pueblo que finalmente se marcha de Oleza para irse a Valencia.
La obra carece de un argumento en el sentido tradicional de la novela. Por ello deja en el lector una sensación de vació como que le falta algo, como le cuenten el final, el desenlace esperado en la nomenclatura de toda novela. Porque, en realidad es una narración modernista, no una novela policiaca al estilo de Aghata Christie, no, no es esto, es más como Una Meditaciones la novela experimental de Juan Benet con que ganó el Premio Biblioteca Breve de 1970 que carece de punto y aparte.
En realidad, todos estos personajes mironianos son meras excusas para el disfrute estético de una descripción barroca que solo Gabriel Miró puede dominar y hacer alarde de su retórica. La narración como tal es prácticamente inexistente. Los episodios, como las descripciones de las fiestas del Corpus que ocupan gran parte de la novela, los tejemanejes de los Loriz con su endeudado olivar o las reflexiones del obispo sobre Moisés mientras sospecha de su enfermedad (la lepra), no son más que vehículos para satisfacer un deseo estético.
De qué va Años y leguas

Gabriel Miró no es un escritor facilón de leer. Me lo recomendaron en una tertulia literaria, y me dijeron literalmente «es un libro muy bonito sobre Alicante». Por eso lo compré. Además, en aquellos tiempos era asiduo lector en la Biblioteca Gabriel Miró de CAM en Alicante cuando estaba como directora Rosa María Monzó Seva, gran intelectual y experta en Gabriel Miró. Mi experiencia de la lectura de Años y leguas, (Biblioteca Nueva de Madrid, 1928), es diferente respecto a lo de facilón sobre Alicante. Mi primera lectura comenzó en el año 2000, y fue como un salto sin red; es decir, caída libre y tropezón, no entendía nada. Era un ejemplar de la edición de Salvat 1970 con prólogo del profesor Mariano Baquero Goyanes (de letra minúscula para ojos jóvenes) que ponía todo su empezó en explicarlo al lector.
El ejemplar de Salvat pasó a dormir años de letargo en mi biblioteca; luego, otra vez en 2008 me lo llevé a un viaje por la Marina Baja para pisar el terreno donde suceden los relatos. Estuve mi mujer y yo alojados en un hotel de Benidorm, y con el coche nos dejamos llevar por La Nucía, y al llegar a la fuente de Polop de los 221 chorros, comenzó el encantamiento del libro, puesto que cerca de la fuente había un busto de Gabriel Miró y una frase del libro escrita en unos azulejos, junto a lo otro azulejo que representa un cuadro de Benjamín Palencia. Mi error fue pensar que Años y leguas se trataba de un libro de viajes por la Marina Baja, y no lo es, pero es una mezcla entre prosa poética, descripción de paisaje, relatos trágicos, estampas y reflexiones buscándose Miró a sí mismo en el personaje de ficción de Sigüenza, su alter ego. Encontré el hilo conductos de la novela, e hice un viaje turístico por los pueblo de la Marina: Guadalest, Confride, Bensau, Benillova a Alicante. Otro viajé a Calpe y regresó por el interior de la provincia hasta Polop.
En enero de 2018, decidí enfrentarme de una vez por todas, con esgrima y florete contra Años y leguas, por ser una lectura que tenía pendiente desde años atrás. Fue un amigo mironiano quien me orientó a leer la trilogía: Del vivir, 1904, Libro de Sigüenza 1917-1927 (cuyas últimas páginas, de la edición de 1927, es el principio de Años y leguas). En esta vida, y para todo hay que tener maestros que te ilumine el camino. El enfrentamiento con Años y leguas consistió en estudiarme a él, poco a poco, capítulo a capítulo, entresacando vocabulario y dibujando escenas, para verlo mentalmente ayudándome de una versión digital. He llegado a la misma conclusión que Ian McDonald: «…es un libro magistral y extraño» (revista Canelobre 50, 2005-171). Quizá se refería a la riqueza plástica que posee y por ello nos desborda y deslumbra. Pienso, creo, opino que Miró escribió cada uno de los capítulos, muy libremente, sin un esquema previo o boceto, sino lo que llamamos escritura automática o «al ataque de la pluma» o en otras palabras «a lo que salga», se aprecia en los 17 capítulos del libro. Hemos de tener en cuenta que escribía a mano y no existían los procesadores de textos.
Tras un año de estudio minucioso en 2018 y viajes a la Casa-Museo, y consultas de su biografía, acabó mi reto con la publicación en Amaron de mi libro ilustrado Buscando a Gabriel Miró en Años y leguas, disponible en Amazon. Cuando en enero del año siguiente le envié un ejemplar al profesor Miguel Ángel Lozano de la Universidad de Alicante -el principal especialista sobre Gabriel Miró-, tuvo el detalle de responderme:
“Veo que has hecho un trabajo minucioso sobre este maravilloso libro, una de las obras maestras de la Literatura Española. Mi agradecimiento como lector y mi reconocimiento como investigador.-Gracias.-Un abrazo muy cordial de tu amigo Miguel Ángel Lozano”.
El libro se presentó con gran éxito de público en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Alicante en mayor de 2019 por Consuelo Jiménez de Cisneros (recientemente fallecida); Laura Palomo Alepuz profesora de Literatura de la Universidad de Alicante (otra gran especialista en Gabriel Miró); Consuelo Giner Tormo presidenta de Espejo de Alicante, y Rafael Llorens Ferri, pintor y rapsoda alcoyano que recitó en valenciano. (Enlace a la noticia).
Actualmente, un ejemplar del libro se halla felizmente alojado en una vitrina de la Casa-Museo Gabriel Miró de Polop de la Marina, podría decir con toda satisfacción que mis esfuerzos y viajes se han visto gratamente cumplidos.
De qué va “Huerto de cruces”

“Huerto de cruces” un relato de terror que como he comentado inicialmente ganó el Premio Mariano de Cavia convocado por ABC de 1925, incluido posteriormente en Años y Leguas de 1928.
Es un relato tétrico que comienza con el entierro del viejo Manihuel (sic), de 79 años, muerto de un dolor que no se sabe de qué murió; es el mismo personaje que fue asistido moribundo por el viario en el relato número 6.- “El señor vicario y Manihuel”, que al final se levantó y se puso a comer con la familia, con el vicario y Sigüenza. Manihuel es el nombre ficticio de un propietario o terrateniente de Polop de la Marina (Alicante) en quien se inspiró Gabriel Miró cuando pasaba largos veranos en este pueblo de la Marina, en el interior, no muy lejos de Benidorm y de La Nucía. Un pueblo que cabalga sobre el Cerro de las Ánimas y se da de frente con los montes del Ponoig o “El león dormido”, por su silueta pétrea y mucha imaginación, según escribiera Gabriel Miró, “unos escarpados de fantasmagóricas formas”.
Una vez velado el muerto Manihuel, llega el dramático momento del entierro en el huerto de cruces o camposanto, llamado así porque era el huerto donde cultivaba el enterrador Gasparo Torralba (Joaquin González Grau) sus verduras. El camposanto permanece donde estuvo antes el castillo árabe de Polop y la tierra de cultivo la había subido el propio Gasparo en serones con su mulo, un mulo que usaba Gasparo para recoger a los difuntos en sus masías para darles sepultura, un hombre que no tenía miedo a los muertos ni a los huesos de éstos. Con sentido burlesco y quijotesco, escribe Miró:
Si el lector considera que este relato fue digno del Premio Cavia de periodismo, que se lo lea veinte veces y después Luces de bohemia de Valle-Inclán, encontrará una novela esperpéntica al gusto de los lectores de estos temas macabros. Aunque, por otra parte, como me dijera un amigo “en cualquier película norteamericana actual de tiros hay mucha más violencia y muertes que en Huerto de cruce”.
La Casa-Museo en Polop de la Marina

En la avenida Segi-Barca n.º 21 de Polop de la Marina (Alicante) se sitúa la actual Casa-Museo de Gabriel Miró, es la conocida como “Villa Pepita” que fuera propiedad de doña Luisa Mayor Calbo (sic) (Valencia 1889–Polop 1987), penúltima dueña de la casa (según los estudios de Antonio Orts). La casa-chalet es de estilo modernista, cerca del rumor de la famosa fuente de los 221 chorros, fue comprada por el Ayuntamiento polopino, en el interés de su alcalde socialista Gabriel Fernández, que la mandó rehabilitar en 2012, que con buen criterio y acierto ha sido destinada a albergar un extraordinario espacio cultural para Polop y memoria del autor de Años y leguas (un libro emblemático en prosa sobre la Marina alta de Alicante), inaugurada el viernes 17 de abril de 2015.
Un asunto que le debe quedar claro al visitante, es que Gabriel Miró no residió en este chalet, hoy convertido en Casa-Museo; en cambio, sí es cierto que veranó con su familia en Polop en la finca “Les Fonts” durante 1921 y 1928 (por periodos de cuatro meses). El verano de 1929 no viajaron a Polop, porque la familia de su mujer Clemencia Maignon junto a sus hermanos Rafael y Juana habían heredado el chalet de Bena-Saudet en Alicante y allí pasaron aquel verano trabajando como peón de obras para habilitar el chalet. Quizás esta ausencia de su Arcadia polopina y grandes esfuerzos, aceleraron su muerte un año después por una mala operación de apendicitis el 27 de mayo de 1930 en Madrid.
La masía donde veraneaba el escritor se llamaba Las Fons o «Les Fonts» en valenciano, que era propiedad de doña Teresa Gualde, esposa de Pedro Berdin Fuster «labrador de hacienda ancha y repleta», según escribió el cronista polopino Joaquín Fuster Pérez (libro Gabriel Miró en Polop de 1975), cuya masía estaba atendida por los caseros: el tío Quino y la tía Vicenta, que además de ser arrendatarios estaban para atender a los Miró que ocupaban la primera planta y los caseros debajo. Hoy en día la masía no existe, fue derribada por la vorágine urbanística especulativa del turismo invasor.
La lámina nº 1
La lámina adjunto marcada con el nº 1, es de tamaño A4, firmada por Palmeral, alude a su estancia en el pueblo de Polop de la Marina por 8 años, en el interior de la provincia y a unos 15 kilómetros al norte de Benidorm, y próximo a La Nucía y Callosa de Ensarría. A 262 metros de altitud sobre el nivel del mar y enclavado en una zona montañosa, coronada por el monte Ponoig (pintada su silueta en la parte superior de la lámina) de escarpadas laderas de 1.181 metros de altitud ideal para la escalada de los que se atreven a subir por su cara Este, rebautizado como “León dormido” por Gabriel Miró.

El término municipal posee una reducida superficie de 22,6 kilómetros cuadrados, de ellos, el 40 % se dedica a la agricultura principalmente de cítricos y en especial el níspero amarillo, cuyas cualidades peculiares se deben a la riqueza del agua de los manantiales, también tenía vides de tipo parrales para uva de invierno y vino de la Marina Baixa. Por ello, en la parte inferior izquierda aparece la diosa griega Deméter, protectora de la agricultura, para logar un contracte estético. En el centro de la lámina aparecer la torre campanario de la magnífica Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstolen Polop, cuya construcción se remonta a 1723. Aunque la parte más célebre de su historia de este pueblo, se remonta al hecho que tuvo lugar en 1520 por la invasión de los agermanados de Vicente Peris, y la rebelión de los moriscos obligados a refugiarse unos 800 moros en el castillo de Polop, y tras un bombardeo de cuatro días se rindieron, y fueron pasados por la armas en la barbacana de castillo (pág 120, de Los morisco españoles. Su conversión y expulsión de Henry Charles Lea. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante 1990).
En el tiempo de Gabriel Miró tenía Polop unos 1.700 habitantes, era una zona de habla valenciana que reinaba la paz entre los vecinos. Culmina el cementerio viejo sobre un cerro predomínate donde estuvo el antiguo castillo o alcazaba islámica de siglo XII, conquistado en 1271 por Jaime I de Aragón, fortaleza que, lamentablemente actualmente no existe, convertido el solar en cementerio ¡qué paradoja de la Historia!, que sirvió de escenario tétrico para que el autor de Las cerezas del cementerio, escribiera su relato “Huerto de cruces” anteriormente citado. En cambio, Las cerezas del cementerio, 1910, nada tiene que ver con el cementerio de Polop, donde se narran los amores del joven Félix Valdivia, estudiante de ingeniería, con Beatriz, la esposa de un rico naviero, casada, madura y de gran belleza.
En la parte inferior derecha de la lámina aparece un retrato de Miró tocado con lazo negro en el cuello usado en la época, y con sus inmensos ojos azules llenos de mar y Mediterráneo.
Breve reseña del lugar de nacimiento de Gabriel Miró

Gabriel Francisco Víctor Miró Ferrer. "Gabriel Miró" nació a las seis de la tarde del 28 de Julio de 1879, en la Calle Castaños número 14, hoy 20, de Alicante, donde hay una placa conmemorativa que recuerda este dato, segundo hijo de Juan Miró Moltó y de Encarnación Ferrer y Ons, el primer hijo de llamaba Juan. Apenas cinco años después, arrancaban las obras del Barrio de Benalúa, siendo su padre, uno de los doscientos accionistas, pues adquirió un título que le daba derecho a una de aquellas nuevas el barrio de nueva construcción. En el sorteo de las nuevas viviendas celebrado en noviembre de 1885, le correspondió una con el número 101, la casa número 11 de la calle de Guardiola.
La infancia del escritor transcurrió en Alicante recibió sus primeras lecciones escolares en el colegio San José y con algún preceptor particular, hasta ingresar en 1887 como interno en el colegio jesuita de Santo Domingo, en Orihuela, junto a su hermano, experiencia reflejada en su obra literaria. También estudió pintura con su tío Lorenzo Casanova (casado con Teresa hermana de su padre), lo que influyó en su estilo literario impresionista.
En 1894 vivió brevemente en Ciudad Real, donde observó la miseria de los campos mesetarios, plasmada en sus primeros artículos y en su motivo recurrente de la “falta de amor”, que se profundizó al conocer a marginados leprosos en el interior de Alicante. Se licenció en Derecho en 1900, sin vocación, pero consolidó su pasión por las letras en la tertulia del “Ateneo Senabrino” de Benalúa, donde surgió la “Escuela Sincerista”.
Y en aquel mismo barrio de Benalúa conoció a la que iba a ser su mujer, Clemencia Maignon, hija del entonces vicecónsul de Francia en Alicante, con la que se casó en noviembre de 1901 con la que tuvo dos hijas Olympia (1902) y Clemencia (1905).
Conclusiones
Esta breve referencia biográfica nos vale para situar a Gabriel Miro en su tiempo vital en Alicante y en su perdurable y, amplísima obra literaria, para recordarle en el 95 aniversario de su muerte y como excusa nos hemos acercado al centenario de su premiado relato “Huerto de cruce” por el Mariano de Cavia de 1925.
Enlace a artículos de interés sobre Gabriel Miró de Ramón Palmeral
“Buscando a Gabriel Miró en Años y Leguas” en la revista Meer/Internacional: aquí
“Un libro en la Casa Museo de Gabriel Miro en Polop de la Marina”, Hoja del lunes:
La Casa-Museo de Gabriel Miro en Polo, Nuevo Impulso.net: