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Mauro Nicolás Gamboa
Este pasado sábado acudíamos a una nueva cita de los conciertos Bach Vermut que convoca el Auditorio Nacional de Música en Madrid. Diez años han pasado ya desde que comenzará esta interesante iniciativa del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), y que nos sigue entusiasmando como la primera vez. Se trata de una experiencia gastro musical, siempre en sesiones de mañana de sábado, que nos ofrece un ciclo de conciertos consagrados a la interpretación de la obra completa para órgano de J.S. Bach, exaltando la majestuosidad y virtudes de este instrumento, y deleitándonos a su vez con un castizo vermut, amenizado por conjuntos de jazz que interpretan en directo arreglos de obras bachianas en el mismo vestíbulo del Auditorio Nacional al concluir el concierto principal.
En los conciertos del ciclo Bach Vermut del Auditorio Nacional el verdadero protagonista, sin duda, es el imponente órgano de cuatro teclados, doce metros de altura y 5.700 tubos. Una maravilla de instrumento, cuya construcción fue encargada por el INAEM a finales de 1987 a uno de los organeros más importantes del mundo, el alemán Gerhard Grenzing.
Els Biesemans, es conocida por interpretar repertorios sofisticados y poco convencionales. Su virtuosismo elegante la hace una artista versátil que le permite desenvolverse con total libertad en todos los instrumentos de teclado
Al frente de este colosal instrumento estuvo Els Biesemans, organista belga a la que pudimos no sólo oír, sino también contemplar y disfrutar de la maestría de sus manos y pies, a través de una gran pantalla colocada a un lado del escenario. Esta acertadísima propuesta consigue la aproximación real entre intérprete y público, habitualmente alejados ambos por las grandes dimensiones del órgano.

Els Biesemans, es conocida por interpretar repertorios sofisticados y poco convencionales. Su virtuosismo elegante la hace una artista versátil que le permite desenvolverse con total libertad en todos los instrumentos de teclado. Además de organista, es pianista, y le caracteriza tener la capacidad de entender de manera insólitamente creativa el performativo y las influencias idiomáticas de unos instrumentos en el repertorio de otros. Eso lo reflejó de forma espectacular en este concierto lleno de matices, marcado por la frescura y la elegancia, creando un maridaje de texturas, mixturas, formas y colores musicales sin igual.
Esta virtuosa intérprete nos ofreció un programa que abría con el Preludio en re mayor BWV 532a de Johann Sebastian Bach, que nos transportó a la Italia de Corelli o Vivaldi a través de una escritura alegre y vivaz que imitaba la escritura violinística de un allegro de concerto grosso. La severidad opaca y pertinaz de la Fuga en si menor sobre un tema de Corelli, BWV 579 en contraste con la luminosidad del Preludio en re mayor y de la Fuga en re mayor, BWV 532b que la flanquean.
Ante el reconocimiento y aplauso del respetable Els Biesemans, regresaba al escenario tras una larga ovación para regalar un bis magnifico: Ave María de Schubert
Tras este entrante a la italiana, el fragante Coral nº1, FWV 38, obra del pianista, organista César Franck, nos llevará a París de entre siglos de los bulevares y la bohemia. Esta pieza condensa todas las posibilidades expresivas del órgano sinfónico de Cavaillé-Coll a través de un discurso pleno de modulaciones que lleva al extremo el órgano como máquina generadora de ambientes sonoros, desde lo más rotundo a la atmósfera vaporosa de mayor sutileza, gracias al uso de los distintos teclados y registros.
Sigue el preludio coral de Bach Wachet aut, ruft uns die Stimme, BWV 645, en el que el órgano traslada la escritura orquestal de unísonos de violines y viola a uno de los teclados y el bajo continuo al pedalero. Es impresionante oír como la voz solista de tenor que canta el coral aparece de manera contrastante en otro de los teclados manuales. No deja de brotar la iración y asombro del virtuosismo de la comunión entre Els y el órgano.

El concierto termina con dos obras de gran potencial evocador. La primera es una de las Dos leyendas de Franz Liszt, obra escrita para piano, cuando el compositor vivía en Roma, preparándose para ordenarse y entrar en la iglesia, y bajo su decisión declarada era renovar la música sacra. Al interpretar esta pieza para piano en un magestuoso órgano como el de esta sala Sinfónica con la elegancia, frescura e intuición de Els Biesemans, aumenta sin duda la expresión musical y logra alcanzar ,para disfrute y deleite de los presentes, hasta los más pequeños matices que nos evocan al canto de los pájaros, a través de efectos como trinos y arabescos casi de una manera impresionista y orquestal.
El concierto cierra con la Toccata en re bemol mayor del compositor Joseph Jongen, una pieza de carácter festivo, colorista y alegre que hace uso del movimiento perpetuo en un tempo vivo y del contraste tímbrico entre teclados.
Ante el reconocimiento y aplauso del respetable Els Biesemans, regresaba al escenario tras una larga ovación para regalar un bis magnifico: Ave María de Schubert.
Larga vida deseamos a los ciclos de conciertos Bach Vermut. Porque hay pocos planes tan originales como este, en el que la gastronomía y la música clásica van de la mano, y en el que se aproxime tanto al público la gran belleza, versatilidad y grandeza de un instrumento musical que, si bien fue el verdadero protagonista hace siglos, debe mantener su presencia perpetua e inmortal en nuestra música.

Programa
Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Preludio en re mayor, BWV 532a
Fuga en si menor sobre un tema de Corelli, BWV 579 (a. 1710?)
Fuga en re mayor, BWV 532b
César Franck (1822-1890)
Coral n.º 1 en mi mayor, FWV 38 (1890)
J. S. Bach
Wachet auf, ruft uns die Stimme, BWV 645
Franz Liszt (1811-1866)
San Francisco de Asís predicando a los pájaros, de Dos leyendas, S 175 (1862-1863)
Joseph Jongen (1873-1953)
Toccata en re bemol mayor, op. 104 (1937)