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sábado. 07.06.2025
¿POR QUÉ ALDAMA CONFÍA EN FEIJÓO?

Aldama confía en Feijóo para salir del caos y luchar contra la corrupción

Este domingo, Feijóo ha convocado una manifestación contra las corruptelas del Gobierno, acaso porque su propio partido cuenta con una gran experiencia en estas lides.

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Víctor de Aldama en una comparecencia en el Parlamento de Canarias.

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Resulta deprimente comprobar cómo los partidos políticos atraen algunas colaboraciones manifiestamente mejorables. La esperpéntica rueda de prensa dada por Leire Díez nos lo ha recordado una vez más. Hay muchas explicaciones que dar a este respecto por parte del PSOE. No basta con lavarse las manos a lo Poncio Pilatos porque se haya dado de baja como militante, máxime tras entregar una extensa documentación que su antiguo partido hace llegar a la Fiscalía. Se hace acompañar de un empresario con problemas judiciales y que la protege contra otro de su misma calaña. Víctor de Aldama, en libertad provisional por su presunta colaboración con la justicia, comparece muy alterado para proferir amenazas inescrutables, del tipo de no sabes lo que has hecho y atente a las terribles consecuencias. Al final se permite pedir a Feijóo que acabe de una vez con el actual Gobierno, nada menos que para salir del caos. Este caballero no parecía tener quejas cuando rentabilizaba su o con algún ministro para lucrarse mediante contratos adjudicados irregularmente, pero ahora se propone derribar al presidente del Gobierno con unos datos que guarda con un celo digno de mejor causa.

Para dar más brío a este bochornoso espectáculo, quien lidera la oposición por no apetecerle ser presidente, organiza una campaña denigratoria con un lema tan sorprendente como mafia o democracia. Falta saber con qué cuerno del dilema puede identificarse más Alberto Núñez Feijóo y no me refiero a sus comprometedoras fotos en el barco de su amigo narcotraficante, sino a la trayectoria del partido político que lidera y que nunca ha renegado de sus altos cargos encarcelados. Del gobierno de Aznar pasaron por la cárcel figuras tan significativa como Rodrigo Rato y Eduardo Zaplana. En los tiempos de Rajoy oímos hablar del caso Bárcenas y María Dolores de Cospedal se reunía con el comisario Villarejo para intercambiar impresiones. Acaba de ingresar en prisión quien fue secretario de Estado con Fernández Díaz, bajo cuyo mandato hubo algo denominado policía patriótica. En la Comunidad madrileña los colaboradores más directos de Esperanza Aguirre han pasado igualmente por la prisión y Ayuso sigue sin reconocer su nefasta gestión política en las residencias de mayores, al tiempo que convive con un defraudador confeso a quien describió como una víctima de todos los poderes del Estado. Por supuesto, este somero recordatorio relativo a los cuadros del Partido Popular, no resta un ápice de gravedad al caso Ábalos y a los comportamientos que le rodean.

Más que manifestarse o echarse mutuamente los trastos a la cabeza, los partidos políticos que han gobernado y pueden volver a hacerlo en cualquier momento, deberían ponerse de acuerdo para limpiar sus respectivas casas y no dar a la ciudadanía una imagen tan poco edificante. Una cosa es no ser ejemplar y otra muy distinta pretender disimular las propias vergüenzas realzando los escándalos ajenos. Lo suyo sería no rehuir los propios lunares y dejar claro que cualquier corruptela o comportamiento impropio perjudica letalmente al sistema democrático. Plantear una opción maniquea y pretender que los relevos gubernamentales deben hacerse sin propuestas válidas, rentabilizando escándalos parecidos a los que se han conocido de primera mano entre las propias filas, es algo lamentable por muy eficaz que pueda resultar en un momento dado.

Ganar unas elecciones o saber aglutinar los apoyos parlamentarios necesarios, no exime de rendir cuentas, como si ejercer el poder fuese algo que restaña las tropelías y absolviese de las responsabilidades que hayan podido contraerse al ocupar uno u otro cargo. Por mucho que la situación mundial invite a pensar lo contrario, como muestran cada día quienes istran los países más poderosos del planeta, que se permiten incurrir en flagrantes contradicciones y perseguir a cualquiera que ose llevarles la contraria, tildándolos de traidor o incluso de terrorista. Esto da pie a intromisiones en la esfera personal y a escenas tan dantescas como la de los tiroteos en las colas para conseguir alimentos. Aunque den ganas de mudarse a otro planeta, deberíamos intentar hacer este más habitable para el común de los mortales, poniendo en su lugar a los depredadores bélico-financieros de turno.    

Aldama confía en Feijóo para salir del caos y luchar contra la corrupción