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sĂĄbado. 14.06.2025
¿QUÉ ERES, ESPAÑA?

5.3 Tu Edad Media (primera parte)

Entremos en la Edad Media, aquellos siglos que comienzan en el mundo occidental al que perteneces, España, con la desaparición del poder de Roma en la quinta centuria.

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Entremos en la Edad Media, aquellos siglos que comienzan en el mundo occidental al que perteneces, España, con la desapariciĂłn del poder de Roma en la quinta centuria, durante el largo tramo de tiempo en el que se producen la crisis de lo urbano, la agonĂ­a de la economĂ­a basada en la esclavitud, la expansiĂłn del cristianismo y las invasiones de pueblos nĂłmadas que llegan desde Asia, cuando a lo que llamamos AntigĂŒedad no le queda un hĂĄlito de vida.

Y si entramos en el medievo hispano, digamos que hablamos de la España visigoda, de la Hispania visigoda, a la que aquellos godos llamaron Spania cuando no usaban el latín y sí su propia lengua germana. En la segunda mitad del siglo VI, el rey visigodo Leovigildo puso fin a la existencia del reino suevo y afirmó la hegemonía de los suyos en la península Ibérica, aunque no sería hasta el reinado de Suintila en el que los godos del Este gobernarían ya sobre toda ella, al incorporar la franja costera que va desde Valencia hasta Cådiz, tras arrebatårsela a los sucesores de Roma en el otro lado del Mediterråneo, el Imperio bizantino, a principios del siglo VI. El rey Recaredo abjuró del arrianismo, la religión de los visigodos, y aceptó el catolicismo a finales de esa misma centuria, y ya en el siglo VII el rey Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum, conocido mås tarde asimismo como Fuero Juzgo, el código legislativo que suponía la unidad jurídica de tus tierras por aquel entonces y que hacía desparecer las diferencias jurídicas entre visigodos e hispanorromanos. La monarquía visigoda estuvo siempre delimitada por el caråcter electivo de los reyes de Spania, sometidos a la extrema influencia que ejercían la Iglesia y los nobles. Y no debemos olvidar algo, que los visigodos eran muy pocos en unas tierras donde eran abrumadora mayoría sus pobladores antes de la llegada de los germanos. Llegamos a las postrimerías del siglo VII: la lucha por el poder se recrudece justo cuando los årabes islamizados se estån expandiendo tanto que, en el año 711, ya en la octava centuria, se producirå la invasión de la península Ibérica por parte de musulmanes procedentes del norte de África que pondrå punto y final al dominio visigodo.

Pronto, muy pronto, los nuevos dominadores de tus territorios llamaron a las tierras peninsulares (y a lo que en un pequeño lapso de tiempo poseyeron en el sur de lo que hoy es tu vecina Francia) Al-Andalus, que no sabemos muy bien qué quiere decir, y conquistaron toda la Península, excepto las zonas montañosas cantåbricas y pirenaicas (si bien habrían de pasar dos siglos hasta que se hicieron con las Baleares). Pocos eran aquellos musulmanes invasores, bereberes a las órdenes de los årabes expansionistas, que lograron sin mayor esfuerzo imponer su religión a los hispanorromanos y a los escasos visigodos que poblaban lo que dejarå de llamarse Hispania.

CĂłrdoba pasĂł enseguida a sustituir a la Toledo visigoda como capital de tus tierras de aquellos tiempos, España, y en ella se estableciĂł un emirato dependiente de la Damasco de los califas Omeyas del islam hasta que, en el año 756, un miembro de aquella dinastĂ­a, que serĂĄ conocido como Abd al-Rahman I, tras escapar a la matanza de su familia huyĂł de lo que entonces era Siria para llegarse hasta las tierras hoy andaluzas y proclamarse emir, independiente de los nuevos califas AbasĂ­es, emirato cuyo fin llegĂł en el 929, cuando el emir Abd al-Rahman III, descendiente del primer emir, se proclamĂł califa, con lo que se instituyĂł uno de los mayores y esplĂ©ndidos poderes de la Europa de aquella Alta Edad Media, el conocido como Califato de CĂłrdoba, que perdurĂł hasta que en los primeros años del siglo XI un mosaico de reinos de taifas (‘de facciones o bandos’ dirĂ­amos en castellano), que llegaron a ser hasta 39, poblĂł lo que quedaba del Al-Andalus al que, como te explicarĂ©, los cristianos provenientes del norte reducĂ­an lentamente en extensiĂłn. De la destacada importancia de la cultura andalusĂ­ para lo que acabarĂĄs por ser, España, es buena prueba, a modo de ejemplo, por no hablar de la Gran Mezquita de CĂłrdoba o de las traducciones ĂĄrabes de los clĂĄsicos griegos que conservarĂĄn en Europa su memoria imperecedera de clĂĄsicos de la cultura occidental, la incorporaciĂłn a la vida civil y a la contabilidad pĂșblica del sistema de numeraciĂłn indio que sustituyĂł al muy insuficiente romano, en las postrimerĂ­as del siglo IX.

Y ahora, vayamos al norte tuyo, España de cuando no habĂ­a España. Y retrocedamos de nuevo al siglo VIII. Zonas montañosas mĂĄs poblaciones casi sin haber sido romanizadas mĂĄs visigodos refugiados dan como resultado la apariciĂłn de tierras donde se resistirĂĄ a los afincados musulmanes. Tierras todas ellas en el ĂĄrea septentrional de la PenĂ­nsula, y las primigenias de ellas las asturianas, y un año emblemĂĄtico y un lugar de un poder simbĂłlico mĂĄs allĂĄ de la realidad y un nombre propio casi legendario aunque histĂłrico: 722 el año, Covadonga el sitio y el noble visigodo Pelayo la persona. Surge en aquella octava centuria un reino, el de Asturias, que, proclamado heredero del periclitado visigodo, crecerĂĄ e incluso encontrarĂĄ en el siglo IX un chollo de alcance mundial (entendida la palabra por el mundo conocido): el descubrimiento Âżinventado? en Galicia de los restos del apĂłstol Santiago habilitarĂĄ la gran vĂ­a de peregrinaciĂłn religiosa europea de los tiempos medievales, el Camino de Santiago, que permitirĂĄ vincular a este primigenio reino cristiano peninsular, y a los que vendrĂĄn despuĂ©s, con la Europa del momento. Otro año de referencia para este nĂșcleo que pasa de ser de resistencia a serlo de convivencia-enfrentamiento con Al-Andalus: 900, que es cuando los pobladores del reino de Asturias llegan al rĂ­o Duero mientras va surgiendo una sociedad donde comienzan a proliferar los campesinos no sometidos a la nobleza, los campesinos libres, poco antes de que surja como sucesor del reino astur el reino de LeĂłn, en el que a comienzos de ese siglo X, donde se estĂĄ gestando la lengua romance castellana, surge el condado de Castilla, padre del reino de Castilla que habrĂĄ de erigirse a mediados de la siguiente centuria desgajĂĄndose inicialmente del leonĂ©s.

Las otras tierras donde se resistirĂĄ a los musulmanes de Al-Andalus se encuentran en la zona oriental de la penĂ­nsula IbĂ©rica, que casi ocupas por completo, España, donde surgieron tres nĂșcleos de resistencia. Uno, el pirenaico occidental, de donde vendrĂĄ al mundo en el siglo IX el reino de Pamplona, llamado de Navarra tres centurias mĂĄs tarde, que se expandirĂĄ por el valle del rĂ­o Ebro a comienzos del siglo X. Dos, el nĂșcleo pirenaico central, donde nacerĂĄ tambiĂ©n en el siglo IX el condado de AragĂłn, padre del que en el siglo XI serĂĄ ya el reino de AragĂłn, cuya extensiĂłn se darĂĄ tambiĂ©n por tierras del Ebro hacia los lĂ­mites marĂ­timos mediterrĂĄneos. Y tres, el nĂșcleo mĂĄs oriental, conocido primigeniamente como Marca HispĂĄnica, que no era sino la frontera polĂ­tica y sobre todo militar del Imperio Carolingio de los reyes francos que gobernaban en aquellos siglos altomedievales buena parte de la Europa occidental, desde la sĂ©ptima hasta la dĂ©cima centuria, integrada por varios condados, el mĂĄs importante de los cuales era el de Barcelona, que a finales del siglo X aprovecharĂĄ el final de la dinastĂ­a Carolingia para independizarse de hecho de los reyes francos.

PrĂłxima entrega: segunda parte de 5.3  Tu Edad Media 

5.3 Tu Edad Media (primera parte)