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martes. 10.06.2025

La disolución de la Compañía de Jesús en la II República

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Ilustración que muestra a un grupo de jesuitas siendo embarcados para su expulsión

Los republicanos y los socialistas consideraban que la Compañía de Jesús era uno de los puntales más activos del poder de la Iglesia, especialmente en materia educativa, considerada esta actividad como proselitismo

@Montagut5 | La Compañía de Jesús ha sufrido varias expulsiones y disoluciones en la Historia de España. La primera y, quizás la más conocida, fue la expulsión en plena época del despotismo ilustrado, con el decreto de 3 de abril de 1767, firmado por Carlos III. El papa disolvería la Compañía en 1773. Detrás de la expulsión del siglo XVIII estarían las teorías regalistas y absolutistas que no toleraban la existencia de una orden tan poderosa como la de los jesuitas, de obediencia papal, un verdadero Estado dentro del Estado.

La Compañía fue restablecida en España en tiempos de Alfonso XIII.

No cabe duda que la historia de las expulsiones de los jesuitas en la época contemporánea debe enmarcarse en el conflicto entre el laicismo y el anticlericalismo del liberalismo progresista y, posteriormente de izquierdas, y la defensa de la vinculación de la religión con el Estado, promovida por los sectores más conservadores del liberalismo, así como por los carlistas, tradicionalistas e integristas. Este conflicto culminaría en la Segunda República, el único sistema político español que ha establecido la completa separación entre la Iglesia y el Estado.

El artículo 26 de la Constitución de 1931, entre otras cuestiones relativas a la Iglesia y la religión, declaraba suprimidas aquellas órdenes religiosas que en sus estatutos incluyeran el voto de obediencia a una autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes debían ser nacionalizados y dedicados a fines benéficos y docentes. Era evidente que este punto afectaba directamente a los jesuitas por su voto de obediencia al Vaticano. Los republicanos y los socialistas consideraban que la Compañía de Jesús era uno de los puntales más activos del poder de la Iglesia, especialmente en materia educativa, considerada esta actividad como proselitismo. Pero, además, se ponía en la práctica el ideario del anticlericalismo español, que contemplaba a la Iglesia como defensora de las clases sociales elevadas y del orden injusto impuesto secularmente por las mismas en España.

Así pues, se procedió a su disolución, siguiendo lo marcado por el texto constitucional. El decreto no tardó en llegar, ya que tiene fecha del 23 de enero de 1932. Es importante destacar el artículo segundo del mismo porque establecía que los religiosos y novicios de la Compañía debían cesar su vida en común en todo el territorio nacional en el breve plazo de diez días, a contar desde la publicación oficial del decreto. Transcurrido ese tiempo, los gobernadores civiles serían los encargados de dar cuenta al gobierno del cumplimiento de la orden. Pero, además, los de la disuelta Compañía no podían, en lo sucesivo, convivir en un mismo domicilio ni de forma expresa ni encubierta, así como reunirse o asociarse para continuar los fines de la orden.

En muchos lugares los jesuitas intentaron sobrevivir en una suerte de cierta clandestinidad. Los que se habían dedicado a la docencia siguieron enseñando en academias, subvencionadas y protegidas por antiguos alumnos, padres y simpatizantes de los jesuitas de elevada condición socioeconómica.

La disolución de la Compañía de Jesús en la II República