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Pablo D. Santonja | @datosantonja
De vez en cuando aparece una propuesta que no solo destaca por ser distinta, sino que te hace detenerte, observar y decir: esto no se había hecho antes. Ese es el caso de Jerusalem: Anno Domini, un título que no solo es original por su temática, sino por cómo la trata: con rigor histórico, respeto religioso y una producción que roza lo artesanal.
Detrás del juego está Carmen García Jiménez, una teóloga española, y la editorial Devir, que ha apostado por un título tan inusual como valiente. Porque hablar de la Última Cena, de Jesús y sus discípulos, y convertirlo en un juego de estrategia, no es tarea fácil. Y sin embargo, aquí estamos, hablando de una pequeña joya que logra el equilibrio perfecto entre juego y significado.
Jerusalem: Anno Domini se adentra en el mundo de los discípulos, donde los jugadores encarnan a líderes de comunidades judías que intentan acercar a sus discípulos al “Maestro” en los días previos a la Última Cena. ¿El objetivo? Que tus seguidores se sienten lo más cerca posible a él durante ese momento icónico.

Sí, es una carrera estratégica. Pero también es un viaje narrativo por una época y un evento cargado de simbolismo. Y es ahí donde el juego brilla: en cómo transforma esa historia en mecánicas lúdicas que no caricaturizan ni banalizan.
El juego combina gestión de mazos, colocación de trabajadores y activación de eventos en forma de parábolas bíblicas. A medida que los turnos avanzan, los jugadores recolectan recursos como pan y pescado, participan en eventos que recuerdan pasajes y mueven estratégicamente a sus discípulos para acercarlos al cenáculo.
Uno de los elementos más ingeniosos es la figura de Judas Iscariote, cuyo avance marca el ritmo del final de la partida. Su llegada al cenáculo desencadena el cierre del juego, lo que añade tensión, urgencia y una capa narrativa muy potente.
Además, cada carta que juegas tiene un efecto distinto dependiendo de dónde la utilices, lo que multiplica las decisiones tácticas. Y por si fuera poco, algunas cartas representan parábolas que afectan a todos, dando lugar a momentos de sorpresas colectivas.
Uno de los puntos más impresionantes del juego es, sin duda, la calidad y el simbolismo de sus componentes. No es solo que el juego sea bonito (que lo es), sino que cada elemento tiene una razón de ser y está cuidadosamente diseñado para respetar la ambientación bíblica.
Fichas de pan y pescados, discípulos personalizados, cartas de parábolas, tablero de cenáculo…El resultado es un conjunto que no solo se juega, sino que se contempla, con un despliegue cargado de detalles.

Lanzar un juego de mesa sobre un tema religioso no es habitual, y mucho menos hacerlo bien. Pero Jerusalem: Anno Domini lo logra. No sermonea, no caricaturiza. Simplemente te invita a revivir un momento histórico clave desde una óptica lúdica, estratégica y emocional.
Creyentes y no creyentes pueden disfrutarlo por igual. Porque más allá del tema, el juego funciona. Y funciona muy bien. Es una muestra de que el juego de mesa moderno todavía tiene mucho que ofrecer cuando se atreve a mirar hacia otras fuentes de inspiración. Y en este caso, mirar hacia el pasado ha dado lugar a una propuesta que, sin duda, marcará un antes y un después.